Novena a San Rafael
por la unión de los matrimonios
P. Fr. Rafael María Rossi O.P.
+ Introducción
El arcángel San Rafael
aparece en la Sagrada Escritura en el
libro de Tobías. Su vida tiene como dos caras: Por un lado, está constantemente
ante el trono de Dios, y por otro cumple una misión aquí en la tierra: dar la
salud a los enfermos, guiar a los caminantes y proteger a los esposos de las
insidias del demonio.
Con esta novena queremos
entregar un instrumento religioso que motive a los esposos a unirse
santamente y castamente, como Cristo se
une a su esposa, la Santa Iglesia.
Oraciones para cada día:
+ Por la señal de la santa Cruz...
+ Pésame Dios mío...
+ Oración a San Rafael
San Rafael, poderoso príncipe
de la Gloria, llamado “medicina de Dios”; por aquella caridad con que liberaste
del demonio a Tobías y a Sara, y les enseñaste a formar un matrimonio santo: Te
pedimos que purifiques, protejas y perfecciones nuestro matrimonio y nuestro
Hogar; y que viviendo unidos en Cristo en esta vida, al final de nuestros días
nos lleves a gozar definitivamente del premio que tú ya posees. Amén
+ Lectura Bíblica (varía en cada día) (unos momentos de silencio)
+ 7 Padrenuestros, 7 Avemarías, 7 Gloria, en honor a los 7
arcángeles que están ante el trono de Dios.
+ Señor ten piedad
Cristo ten piedad
Señor ten piedad
+ Oración Final:
Te Pedimos Señor que
visites nuestro hogar y expulses lejos de él todas las insidias del enemigo,
que tus Ángeles habiten en él y nos custodien en paz; y que tu bendición esté
siempre sobre nosotros. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
+ Oración a la Virgen María:
Bendita sea tu pureza, y
eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza; a ti
celestial Princesa Virgen sagrada María, yo te ofrezco en este día alma, vida y
corazón; mírame con compasión, no me dejes Madre mía morir sin tu bendición.
Amén.
+ Oración a San José:
Glorioso patriarca San
José, verdadero y virginal esposo de la santísima Virgen María, que fuiste
elegido para custodiar al Hijo de Dios durante su infancia terrenal, concede a
nuestro matrimonio la unión en el amor de Cristo, la fidelidad y la gloria
celestial. Amén.
+ Oración a la Sagrada Familia:
Señor, que en tu bondad
nos propones el modelo perfecto de la Sagrada Familia, concédenos que
imitándola en sus virtudes domésticas y unidos por el vínculo de la caridad
lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
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Lecturas para cada día:
Día primero: Dios creó el matrimonio en un orden feliz, pero el
pecado daña el matrimonio, rompiendo ese
orden.
(Génesis 2,18) “Dijo Yahvé Dios: “No es bueno que el hombre esté
solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Entonces Yahvé Dios hizo caer un
profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las
costillas, rellenando el vacío con carne.
De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre formó una
mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: “Esta sí que es hueso
de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha
sido tomada.” Por eso deja el hombre a
su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne.
Creó, pues, Dios al ser
humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó. Y los
bendijo Dios, y les dijo Dios: “Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra
y sometedla; mandad a los peces del mar y a las aves de los cielos y a todo
animal que serpea sobre la tierra.”
Pero... por la envidia del
diablo entró el pecado en el mundo: Dios dijo a la mujer: «Tantas haré tus fatigas
cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu
deseo, y él te dominará.
Al hombre le dijo: « Por haber escuchado la
voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito
sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días
de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con
el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él
fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo volverás. »
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Día segundo: Cristo restaura el orden del Matrimonio, intercediendo su
Madre, por medio de la gracia del Sacramento.
(Juan 2,1-11): “Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba
allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus
discípulos.
Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda,
le dice a Jesús su madre: « No tienen vino. » Jesús le responde: « ¿Qué tengo
yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora. » Dice su madre a los sirvientes:
«Haced lo que él os diga.»
Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones
de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenad las
tinajas de agua. » Y las llenaron hasta arriba.
«Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala. » Ellos lo llevaron.
Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como
ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el
maestresala al novio y le dice: « Todos sirven primero el vino bueno y cuando
ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.
»
Así, en Caná de Galilea, hizo Jesús su primer signo. Y manifestó
su gloria, y creyeron en él sus discípulos.”
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Día tercero: este orden jerárquico del Matrimonio es signo del orden
amoroso entre Cristo y la Iglesia.
(Efesios 5,22-23) : “Las mujeres deben obedecer a sus maridos,
como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de
la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así
como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a
sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras
mujeres como Cristo amó a la Iglesia y
se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el
baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí
mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.
Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios
cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás
su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que
Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo.
Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su
mujer, y los dos se harán una sola carne.
Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia. En
todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y
la mujer, que obedezca al marido.
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Día cuarto: El amor de los esposos debe ser casto.
(Tobías 8,4-10) : “Tobías se levantó del lecho y dijo Sara, su
esposa: «Levántate, amada, y oremos y pidamos a nuestro Señor, pues somos hijos
de santos, y no podemos unirnos como los paganos que no conocen a Dios». Ella
se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo. Comenzó él
diciendo: ¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre
por todos los siglos de los siglos! Bendíganle los cielos, y tu creación
entera, por los siglos todos. Tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su
mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los
hombres. Tú mismo dijiste: No es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle
una ayuda semejante a él. Yo no tomo a esta mi esposa con deseo lujurioso, sino
con el deseo de tener hijos, en los que sea bendito tu nombre por los siglos de
los siglos. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra
ancianidad.
Y dijeron a coro: « Amén, amén. » Y se acostaron para pasar la
noche.”
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Día quinto: El padre debe dar buenos consejos a sus hijos.
(Tobías 4,2-20) : “Llamó Tobías a su hijo y le dijo: Acuérdate,
hijo, de que tu madre pasó muchos trabajos por ti cuando te llevaba en su seno.
Y cuando ella muera, sepúltala junto a mí, en el mismo sepulcro. Acuérdate,
hijo, del Señor todos los días y no quieras pecar ni transgredir sus mandamientos;
practica la justicia todos los días de tu vida y no andes por caminos de
injusticia, pues si te portas según verdad, tendrás éxito en todas tus cosas,
como todos los que practican la justicia.
Haz limosna con tus bienes; y al hacerlo, que tu ojo no tenga
rencilla. No vuelvas la cara ante ningún pobre y Dios no apartará de ti su cara. Regula tu
limosna según la abundancia de tus bienes. Si tienes poco, da conforme a ese
poco, pero nunca temas dar limosna,
porque así te atesoras una buena reserva para el día de la necesidad. Porque la
limosna libra de la muerte e impide caer en las tinieblas. Don valioso es la
limosna para cuantos la practican en presencia del Altísimo.
Guárdate, hijo, de toda fornicación y, sobre todo, toma mujer del
linaje de tus padres; no tomes mujer extraña que no pertenezca a la tribu de tu
padre, porque somos descendientes de profetas. Recuerda, hijo, que desde
siempre nuestros padres Noé, Abraham, Isaac y Jacob tomaron mujeres de entre
sus hermanos y fueron bendecidos en sus hijos, de modo que su estirpe poseerá
la tierra en herencia.
Así pues, hijo, ama a tus hermanos; no tengas con tus hermanos, ni
con los hijos y las hijas de tu pueblo, corazón soberbio, en orden a tomar para
ti mujer de entre ellos; pues la soberbia acarrea la ruina y prolija inquietud;
y la ociosidad, bajeza y extrema penuria; porque la ociosidad es madre de la
indigencia.
No retengas el salario de los que trabajan para ti; dáselo al
momento. Si sirves a Dios serás recompensado. Pon cuidado, hijo, en todas tus
acciones y muéstrate educado en toda tu conducta. No hagas a nadie lo que no
quieras que te hagan. No bebas vino hasta emborracharte y no hagas de la
embriaguez tu compañera de camino.
Da de tu pan al hambriento y de tus vestidos al desnudo. Haz
limosna de todo cuanto te sobra; y no tenga rencilla tu ojo cuando hagas limosna. Pon tu pan y tu
vino sobre la tumba de los justos, pero no lo des a los pecadores.
Busca el consejo de los prudentes y no desprecies ningún aviso
saludable.
Bendice al Señor Dios en toda circunstancia, pídele que sean
rectos todos tus caminos y que lleguen a buen fin todas tus sendas y proyectos.
Pues no todas las gentes tienen consejo; es el Señor quien da todos los bienes
y, cuando quiere, eleva o humilla hasta lo profundo del abismo. Así, pues,
hijo, recuerda estos mandamientos y no permitas que se borren de tu corazón.”
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Día sexto: La mujer virtuosa alegra el hogar.
(I Timoteo 2, 14-15): “No fue engañado Adán, sino que la mujer,
seducida [por el demonio], cayó en el pecado, sin embargo se salvará
engendrando hijos, si con modestia permanece en la fe y amor y santidad”
(Proverbios 31,10-31): “Una mujer perfecta, ¿quién la encontrará?
Es mucho más valiosa que las perlas. En ella confía el corazón de su marido, y
no será sin provecho.
Le produce el bien, no el mal, todos los días de su vida. Se busca
lana y lino y lo trabaja con manos diligentes.
Es como nave de mercader que de lejos trae su provisión. Se
levanta cuando aún es de noche, da de comer a sus domésticos y órdenes a su
servidumbre. Hace cálculos sobre un campo y lo compra; con el fruto de sus
manos planta una viña. Se ciñe con fuerza sus lomos y vigoriza sus brazos.
Siente que va bien su trabajo, no se apaga por la noche su
lámpara. Echa mano a la rueca, sus palmas toman el huso.
Alarga su palma al desvalido, y tiende sus manos al pobre. No teme
por su casa a la nieve, pues todos los suyos tienen vestido doble. Para sí se
hace mantos, y su vestido es de lino y púrpura. Su marido es considerado en las
puertas, cuando se sienta con los ancianos del país. Hace túnicas de lino y las
vende, entrega al comerciante ceñidores.
Se viste de fuerza y dignidad, y se ríe del día de mañana.
Abre su boca con sabiduría, lección de amor hay en su lengua. Está
atenta a la marcha de su casa, y no come pan de ociosidad.
Se levantan sus hijos y la llaman dichosa; su marido, y hace su
elogio: «¡Muchas mujeres hicieron proezas, pero tú las superas a todas! »
Engañosa es la gracia, vana la hermosura, la mujer que teme a
Yahvé, ésa será alabada.”
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Día séptimo: los hijos deben amar y honrar a sus padres.
(Eclesiástico 3,2-10. 14-18): “El Señor glorifica al padre en los
hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. Quien honra a su padre
expía sus pecados; Como el que atesora es quien da gloria a su madre. Quien
honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será
escuchado. Quien honra a su padre vivirá largos días, obedece al Señor quien da
sosiego a su madre: Como a su Señor sirve a los que le engendraron.
En obra y palabra honra a tu padre, para que te alcance su
bendición. Pues la bendición del padre afianza la casa de los hijos, y la
maldición de la madre destruye los cimientos.
No te gloríes en la deshonra de tu padre, que la deshonra de tu
padre no es gloria para ti.
Pues el servicio hecho al padre no quedará en olvido, será para ti
restauración en lugar de tus pecados. El día de tu tribulación se acordará El
de ti; como hielo en buen tiempo, se disolverán tus pecados. Como blasfemo es
el que abandona a su padre, maldito del Señor quien irrita a su madre. Haz,
hijo, tus obras con dulzura, así serás amado por Dios.
Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y ante el Señor
hallarás gracia.”
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Día octavo: Educar a los hijos en las virtudes es el deber primero de
los padres.
(Eclesiástico 30,1-8. 11-13): “El que ama a su hijo, le corrige
sin cesar, para poderse alegrar en su futuro. El que enseña a su hijo, sacará
provecho de él, entre sus conocidos de él se gloriará.
El que instruye a su hijo, pondrá celoso a su enemigo, y ante sus
amigos se sentirá gozoso.
Murió su padre, y como si no hubiera muerto, pues dejó tras de sí
un hombre igual que él.
En su vida le mira con contento, y a su muerte no se siente
triste.
Contra sus enemigos deja un vengador, y para los amigos quien les
pague sus favores.
El que mima a su hijo, vendará sus heridas, a cada grito se le
conmoverán sus entrañas. Caballo no domado, sale indócil, hijo consentido, sale
libertino. No le des libertad en su juventud, y no pases por alto sus errores.
Doblega su cerviz mientras es joven, castígalo cuando es niño, no sea que,
volviéndose indócil, te desobedezca, y sufras por él amargura de alma. Enseña a
tu hijo y trabaja en él, para que no tropieces por su desvergüenza.
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Día noveno: Toda la vida de la familia debe estar iluminada por
Cristo.
(Colosenses 3,12-17): “Revestios,
pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de
bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y
perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os
perdonó, perdonaos también vosotros. Y
por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la
perfección. Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella
habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos.
La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza;
instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad agradecidos, himnos y
cánticos inspirados, y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo
en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre.”
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