martes, 28 de octubre de 2008

ANGEL DE LA GUARDA SIEMPRE A TU LADO



Yo mandaré un ángel delante de ti
para que te defienda en el camino
y te haga llegar al lugar que
te he dispuesto. Acátale y escucha su voz,
no le resistas.
(Ex 23, 20-22)
Conocer a este ángel custodio, compañero de la vida, es muy importante para poder invocarlo y así recibir de él inmensas bendiciones, que Dios nos quiere dar a través de su ministerio angelical.
Ahora bien, los ángeles custodios no solamente nos ayudan en esta vida. Todos los santos están de acuerdo en que también en el purgatorio estarán acompañándonos y consolándonos, pues su misión no termina hasta que estemos ya definitivamente felices en el cielo.
Algo muy interesante, que nos dicen las personas que han sido dadas clínicamente por muertas y han tenido experiencias cercanas a la muerte, es que, en muchos de estos casos, ven a sus familiares difuntos, que vienen a recibirlos, y también ven a su ángel custodio, que los quiere ayudar en ese paso a la eternidad. Por eso, los ángeles, no sólo nos ayudan en el más acá de este mundo, sino también en el más allá. De ahí el título de nuestro libro Ángeles de aquí y de allá.
Cada hombre tiene tales guías, lo crean o no, y el que sea judío, católico o no tenga religión, no tiene importancia. Pues este amor es incondicional y es, por eso, que cada hombre recibe el regalo de un guía. Mis niños pequeños lo llaman "compañero de juego" y desde muy temprano hablan con él y son perfectamente conscientes de su presencia.
En la experiencia del umbral de la muerte, nuestros guías espirituales, nuestros ángeles de la guarda, y los seres queridos, que se fueron antes que nosotros, estarán cerca de nosotros y nos ayudarán. Esto nos ha sido confirmado siempre, así que ya no dudamos nunca de este hecho. ¡Notad bien que hago esta afirmación como un hecho científico!.
Dice el gran siquiatra inglés Kenneth McAll: Algunas personas creen que todos los niños van directamente al cielo, cuando mueren. Pero eso sólo ocurriría así en caso de haber sido amados y de haber rezado por ellos en la tierra. He sido testigo de más de seiscientos casos de niños fallecidos, que habían continuado creciendo al mismo ritmo que lo hubieran hecho de haber seguido con vida. Cada uno llevaba al lado a su propio ángel de la guarda, esperando ese momento de amor y de consagración a Dios; y, en esos casos, el ángel de la guarda tiene permiso para actuar.
En la vida de los Padres del desierto también se habla de ángeles, que se aparecían a aquellos anacoretas. En la vida de san Antonio abad se cuenta que un día estaba él sentado en un monte, haciendo oración, cuando alzó los ojos a lo alto y vio un alma subir entre ángeles al cielo. Estupefacto, pidió saber quién era. Y oyó una voz que le dijo que era el alma del monje Amón, que habitaba en Nitria, a trece días de camino... El santo lo dijo a sus compañeros monjes, que anotaron el día. Después de un mes, algunos monjes llegados de Nitria, trajeron la noticia de la muerte de Amón, que coincidía con el día y la hora.
La venerable Benita de Laus (1647-1718) asistía a la agonía de un niño de dos años. De pronto, vio quince ángeles que estaban junto a su cuna. Cuando el niño murió, trece ángeles lo llevaron al cielo, mientras que los dos restantes se quedaron para guardar su cuerpo. La visita de aquellos ángeles la inundó de una gran alegría.
La misma Benita de Laus dice que, en la Navidad del año 1700, tomó parte en una procesión que los ángeles hacían alrededor del santuario de Laus (Francia). Y vio una multitud inmensa que, con perfecto orden, iba en procesión. Los precedía un hermoso estandarte. La mitad de los ángeles llevaba un vestido rosa y la otra mitad, un vestido blanco. Todos llevaban un cirio encendido. Benita también tomó un cirio del altar del santuario y los siguió durante el recorrido, dando tres vueltas al santuario.
Se cuenta en la vida de la Madre Amparo del Sagrado Corazón de Jesús (+1941), la fundadora del convento de Clarisas de Cantalapiedra (Salamanca):
Un día, se fue a confesar su madre y el sacerdote le preguntó a Amparito:
¿Cuántos años tienes?
Cuatro.
¿Y con quién juegas?
Con mi ángel.
¿Pero ves a tu ángel?
Sí, padre, aquí está, dijo señalando a su lado.
¿Y cómo es tu ángel?
Un poco más alto que yo y más guapo.
El sacerdote le dice entonces:
¿Viniste ayer a mi sermón?
Sí, padre, pero me dormí.
Pues dile a tu madre que esta noche, después del sermón, venga a verme; y a tu ángel que te diga el sermón que yo predique. Si me lo dices todo sin dejar nada, creo que está aquí tu ángel; si no me lo dices bien, no te creo.
Llegado el momento, y en el Casa Rectoral, preguntó el sacerdote de nuevo:
¿Ves a tu ángel?
Sí, padre, aquí está, mírele.
Pues dile que te diga mi sermón.
Efectivamente, la pequeña fue repitiendo íntegramente el sermón sin cambiar ni añadir nada. El padre, impresionado, no pudo menos de decir:
Mira, niña, o has de ser muy santa, muy santa, o un demonio que lleve muchas almas al infierno; así que ten mucho cuidado de no cerrarle las puertas a Dios.
Esto que acaban de leer son fragmentos del libro "ÁNGELES DE AQUÍ Y DE ALLÁ" de P. Ángel Peña O.A.R.
Agustino recoleto

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