lunes, 2 de julio de 2012

Felicíteme, me saqué un siete



Pasando un día por el patio de juego de un colegio de niñas, vi que una alumna estaba gritando de contenta y diciendo a sus compañeras: ¡Felicítenme, me he sacado un siete!. Pero, yo le dije: "Te doy mi pésame". Sumamente extrañada se volvió para preguntarme: ¿Por qué, si he pasado? "Sí, has pasado, pero si pudiste obtener mejor calificación, y tú te conformas con ese siete, yo prefiero darte el pésame".

En otra ocasión encontré a una niña de segundo de secundaria llorando desconsoladamente y le pregunté la causa: "Es que la maestra me ha puesto nueve y yo me merecía un diez". Aquellas lágrimas me gustaron más que la alegría exagerada de la otra alumna; le sugerí que fuera con la maestra para que revisará el examen y efectivamente le dieron el diez. ¡Me gusta la gente que le tira al diez!

En la asignatura de la vida, no sólo en los estudios, cada una va sacando su propia calificación; hay personas que se conforman con un siete, es decir, con la mediocridad, con lo mínimo en su carrera, en su trabajo, en su profesión, en su familia, en su religión, en todo. No sé si exagero pensando que de 100 personas, el 95 por ciento acaban asentándose en la mediocridad, son los que se lamentan de su mala suerte en su vida, mientras que le 5 por ciento restante despierta por las mañanas pensando en la forma de hacer las cosas, en vez de razonar las causas por las que no pueden ser hechas. 
De ese escaso 5 por ciento salen los mejores hombres y mujeres de nuestro mundo, aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida de la grandeza, son aquellos que no se resignan a morir en la mediocridad, siguen siempre adelante a pesar de los fracasos, caídas, problemas; son lo que no se dan por vencidos, los que siempre intentan una y otra vez más las cosas. Son los que no dicen: "esto es imposible", sino que lo hacen posible, aquellos que dan un paso más, y si no es suficiente otro y otro. Son quienes no piensan: "Aquí no hay nada que hacer", sino: "Aquí está todo por hacerse." A ellos también les cuesta subir la montaña, se arañan las manos y los pies sangran, pero ellos piensan en la cima, sueñan con llegar a la meta prefijada.

Estos son nuestros modelos de grandeza, los hay para todos los gustos, para todos los tiempos, en cualquier edad. Los vemos muy subidos en su pedestal como al alpinista en la cumbre, pero empezaron su escalada en el valle donde todos vivimos. 

Todos empezamos en el mismo lugar la subida; pero a medida que crece la altura empiezan a destacarse. Los otros empiezan a toser, se paran a contemplar el paisaje, les entra el mal de montaña, sienten nostalgia del valle y dan media vuelta a casita. Unos siguen subiendo, son ellos los que son como todos, pero quieren ser diferentes, los que eran igual a nosotros, igual de malos, de tontos, de mediocres; quizá hasta peor que nosotros, pero un día dieron el primer paso que les llevaría hasta las cumbres. Ellos y ellas también supieron de fracasos, de amarguras, de miserias terribles, tuvieron épocas fatales como las nuestras o peores que las nuestras. 

De ahí que no importa de dónde se sale, dónde se comienza, sino dónde se termina, a dónde se quiere llegar. No importa lo que hayas hecho o hayas dejado de hacer antes de hoy, lo que importa es lo que estás decidido a hacer de hoy en adelante.

La diferencia entre los grandes hombres y nosotros está en solo eso, ellos quisieron, nosotros no. En la vida de estos hombres y mujeres grandes hubo un día grande en que tomaron su decisión, que era de por vida, y esa entrega rompió de una vez por todas, con las medias tintas, las flojeras, los temores; ellos se plantearon su meta crudamente, valientemente: o todo o todo, o sí o sí. Un amor apasionado les llevó a la aventura, una voluntad de acero les ayudó a la realización de la tarea, y ahí los tenemos en la cumbre: los grandes de todos los tiempos, los grandes de nuestro tiempo.

¿Y tú y yo qué necesitamos para realizar esta aventura? ¿Medios? Hay medios de sobra ¿Tiempo? Tienes todo el necesario; pero hace falta algo, ¡querer!; el día que tú quieras..., pero, ¿querrás algún día?



Si no eres feliz es porque te has resignado. Si no te sientes realizado es porque te has resignado. Si te sientes fracasado es porque te has resignado a la mediocridad.


Autor: P Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net

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